4 PUNTOS
Casas malditas para alquilar o vender
Por Matías Gelpi
Todos (y todas) sabemos que una casa donde sucedió una
masacre o crimen violento baja notablemente su precio para compra o alquiler.
Incluso afecta el valor de las propiedades adyacentes. Aunque seriamente no
sabemos si lo anterior se aplica a la realidad, es una regla clásica de las
películas de terror. Además, mejor si la casa está ubicada en medio de la nada
o por lo menos cercana a un bosque. Quienes haya visto algunos ejemplares del
género sabrán más o menos qué va a suceder: o hay fantasmas o se materializa
una vieja leyenda urbana justo cuando se acaban de mudar los protagonistas.
Entonces una propuesta como La casa de
al lado nos obliga, en principio, a pensar “¿en serio van a intentar este
argumento otra vez?”. El póster. Silencioso, nos responde: y sí.
Nos enteramos rápidamente que en la casa vecina a la que se
mudaron las protagonistas sucedió un asesinato terrible: una niña mató a sus
padres, pero su hermano sobrevivió porque estaba viviendo en otro lugar cuando
todo sucedió. El rumor o leyenda que se dispersó por el pueblo es que esta niña
desquiciada aún vive en el bosque y merodea por ahí con sed de sangre.
La principal diferencia entre La casa de al lado con un 90 % de las películas de argumento
similar es que cuenta en el reparto con dos actrices de reconocido talento:
Elisabeth Shue (Jennifer en Volver al
futuro 2 y 3, Las locuras de Harry,
entre otras) y Jennifer Lawrence (Lazos
de sangre, La doble vida de Walter,
Los juegos del hambre y un largo
etcétera). Madre e hija respectivamente, quienes al comienzo parecen sostener
el evidente bofe propuesto por Mark Tonderai. De hecho, hay una interesante (no
brillante) construcción de la relación madre/hija, tangible por ejemplo en un
montaje paralelo donde se muestra la reacción de cada una en respuesta una
misma situación. Sin dudas un momento filmado con gracia, algo de sentido del
humor, buen ritmo y posiblemente lo mejor en un contexto bastante pobre.
Lamentablemente, el peso de la convencionalidad y torpeza
del guión cae sobre la historia y cualquier cosa que puedan hacer estas
actrices resulta insuficiente para dejar pasar por alto estas fallas. Shue es
sólida; y Lawrence tiene fotogenia, talento, curvas y hasta canta con dulce voz en este film,
pero no alcanza. De repente, Tonderai nos quiere recordar que La casa de al lado es un film de
terror, y entonces nos aturde con violinazos mentirosos, sustos de cabotaje o
una luz prendida en una casa donde no debería vivir nadie, todo subrayado por
un estruendo guarango.
La casa de al lado
es entonces dos películas: un drama adolescente medio y una de terror mala. Con
respecto a la “sección terror”, vale mencionar un buen momento, con alta
tensión (ATENCIÓN, A CONTINUACION SE CUENTAN DETALLES IMPORTANTES DE LA TRAMA):
es cuando descubrimos que la niñita asesina y loca está viva, encerrada por su
hermano en el sótano del sótano de su extraña casa. Se escapa desquiciada, casi
poseída, y va corriendo a la casa de la protagonista, seguramente para matarla
(aunque no sabemos por qué). Esa corrida por el bosque es un momento de
esperanza para quien está mirando, pero no se engañen: la resolución torpe y
los ridículos giros en la trama acaban con cualquier posibilidad de redención
de La casa de al lado.
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