5 PUNTOS
La mediocridad también se consigue en los países nórdicos
Por Rodrigo Seijas
Nos quejamos mucho de la inmensa cantidad de defectos del
cine industrial estadounidense, de la falta de energía y propósito de muchos de
sus productos, de cuanto inflan a través del marketing a diversos films, de
cómo inundan los mercados con películas inútiles. Y no está mal quejarse de
eso, manifestar nuestro rechazo frente a formas de cine perimidas o
restrictivas, pero deberíamos aplicar ese mismo criterio hacia ciertas
producciones europeas que presentan parámetros similares: toman modelos de
realización norteamericanos globalizados, no tienen identidad propia, se
sostienen más en el marketing que en la narración.
Cacería implacable
tiene bastante de lo anteriormente mencionado. De hecho, forma parte de ese
nuevo fenómeno que se está dando con el cine nórdico, que está teniendo
bastante éxito comercial en todo el mundo, además de ser reversionado por
Hollywood. La saga Millenium es el
ejemplo más fuerte, y uno bastante sobrevalorado por cierto: en opinión de este
crítico, estamos hablando de una serie de thrillers correctos, pero con puestas
en escena limitadas y cuasi televisivas, y argumentos bastante enrevesados pero
con resoluciones simplistas y efectictas.
Si tomamos en cuenta que los productores de la saga Millenium están detrás de Cacería implacable, algunas cosas
empiezan a encajar perfectamente. Empezando por el éxito de este film noruego,
que supo venderse muy bien, hasta el punto de conseguir distribución en 50
países (todo un récord para el cine de esa nación) y que un estudio
hollywoodense adquiera los derechos para su remake incluso antes de su
lanzamiento inicial. Pero siguiendo además con esa liviandad y falta de riesgo
real que hace que la película sea en verdad totalmente intrascendente.
El film arranca desde una visión negra de la existencia, con
el protagonista, Roger, comentándonos a través de la voz over cómo es alguien
que lo ha conseguido todo a través del juego de las apariencias y la ayuda del
dinero. Es que por un lado es un respetado cazatalentos, pero también un
experto ladrón de arte que roba cuadros a los que reemplaza por copias
similares. Todo eso, cree él, le ha permitido conseguir un estilo de vida
extremadamente cómodo y una esposa hermosa a la que ama, pero con la que
percibe un conflicto a futuro: ella quiere hijos, él no. Un día conoce a Clas,
un ejecutivo de la industria electrónica y ex mercenario, quien posee un cuadro
valiosísimo, de esos cuyo monto serviría para que Roger se retire de una vez y
para siempre.
Obviamente, las cosas salen mal, la vida personal y
profesional de Roger empiezan a colisionar peligrosamente y los cadáveres se
acumularán rápidamente. Todas estas peripecias son relatadas con escaso vuelo
narrativo, a pura rutina y con unos cuantos agujeros en el guión. Y si encima
le agregamos un brusco cambio de tono en los minutos finales, donde se pasa de la
negrura absoluta al cuentito de ingenio típico de las películas de asaltos y
estafas, sin un sustento adecuado en el desarrollo de los personajes, el
resultado termina siendo bastante discreto y hasta mediocre.
Es cierto que Cacería
implacable no ofende a nadie, a pesar de ciertos giros conservadores que
posee. Pero no deja de ser otro producto que poco agrega a la cartelera,
obstruyendo más que enriqueciendo.
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