3/10/12

Días de vinilo


7 PUNTOS

Una amistad melódica

Por Melody San Luis

Con mucho humor y música, Días de vinilo se presenta como una buena elección para reírse un rato entre amigos. Lejos de ser pretenciosa, se introduce en el cine con una propuesta que está de moda en estos últimos tiempos, como es el recuerdo. Situándose en el presente pero haciendo un ida y vuelta con el pasado, nos cuenta la historia de cuatro amigos que están unidos por la música. Ellos son: Damián, Marcelo, Luciano y Facundo. El próximo casamiento de uno de ellos los hará reflexionar sobre la vida que están llevando y las metas logradas hasta ese entonces. Siendo unos treintañeros se plantea el dilema de lo que uno planea ser cuando se es joven y lo que resulta con el paso del tiempo. Crecer y afrontar la vida que cada uno lleva también será uno de los dilemas. Se encuentran de esta forma desafiando traumas y comportamientos erróneos que parecían imposibles de superar.

La clave por la que Días de vinilo es una buena película está basada no tanto en los buenos actores, sino en el rol que se le ha asignado a cada uno. De ahí que Emilia Attias resulta tolerable gracias a un papel acorde a sus posibilidades, lo mismo que con Gastón Pauls. Pero no por eso hay que negar que actores como Rafael Spregelburd y Fernán Mirás resultan de lo más atractivos y realzan el film. El buen posicionamiento hace que cada uno de los intérpretes desde su lugar sea gracioso y no se deposita en una figura o dos los momentos de comedia. Aunque sí se da que el papel de Leonardo Sbaraglia es pura y exclusivamente una parodia humorística sobre la figura del actor estrella, con lo cual cada vez que hace una entrada lo que se espera de él es otro más de sus disparatados pensamientos.

Los encuentros de Damián (Pauls) con Vera (Inés Efrón) y las acciones que luego realizan juntos por la pérdida del guión de cine que él escribió remiten en múltiples aspectos a Todos contra Juan (justamente el director de este film, Gabriel Nesci, es el mismo que hizo la tira televisiva). Es entonces, el papel de Damián el de una persona un poco frustrada y blanco de risa de quienes estuvieran a su lado.

Otro de los temas importante para nombrar es la parodia que se realiza de los clichés del cine, sobre todo en los recursos que se utilizan para mostrar al amor. Surge el planteo de qué es realmente lo interesante para contar y cómo a veces lo muy elevado termina siendo o cometiendo el pecado de ser pedante y poco interesante.

Todo esto de la mano de la música, hilo conductor de todo el film y sobre todo soporte de la amistad de estos cuatro personajes. La elección y los cortes de diferentes canciones que son gloriosas para gran cantidad de personas son un gran acierto, ya que hacen disfrutar al oído y generan un sentimiento cómplice entre los actores y el espectador. Es que Días de vinilo es un film que busca permanentemente la complicidad del público. Y por suerte la consigue.

2/10/12

Resident evil 5: la venganza


2 PUNTOS

El grado cero del cine

Por Guillermo Colantonio

La cantidad de palabras que uno pueda emplear para referir algo consistente acerca de estos productos heredados de los videojuegos y mostrados en pantalla es directamente proporcional a la duración de cada plano: así como el tiempo de espera y de reflexión para el espectador es prácticamente nulo, de la misma forma no hay análisis posible para casi una hora y media de efectos especiales, zombies mutantes y personajes acartonados. Por ende, sólo valgan algunas consideraciones.

Resident evil 5: la venganza es muy pobre narrativamente; no suma con respecto a las otras más que una catarata de explosiones y destellos visuales pensados para el 3D. No se puede evaluar más que dentro de la lógica mecánica de un juego pero en una sala cinematográfica. Hay cinco films y podría haber veinte más como tantas pantallas se logren avanzar en una play. Eso sí, en los primeros minutos, tendremos una rápida reseña de las anteriores a fin de recuperar la memoria aunque sea por unos segundos.

Con lo anterior, quedan excluidos todos aquellos que no comparten el fanatismo por los “fichines”, porque no hay resquicio donde se pueda respirar frente a una sucesión interminablemente gratuita de impactos visuales, propios de una realidad falsa donde incluso los ojos celestes de la bella Jovovich son producto de la transmutación digital. La quinta película de la saga es una traslación directa, no resigna nada de su fuente original; es similar a los libros que se ilustran en pantalla para el deleite de aquellos que le exigen fidelidad al cineasta cuando adapta un texto literario.

Hace un tiempo se generó una polémica entre críticos y seguidores incondicionales de la saga de Batman. La discusión alcanzó ribetes preocupantes por el grado de agresividad expresado ante el disentimiento acerca de las virtudes de la película de Nolan. Sospecho que los mismos admiradores de esta saga dudarían al menos un momento en defender esta quinta entrega. No obstante, uno advierte en esos debates la necesidad de legitimar el escenario que esta clase de películas ofrece: ninguna señal de sentimiento ni de pensamiento; sólo una galería de mutantes queriendo comerse al resto de los mortales. Se podría extrapolar esto a la ideología que subyace respecto de la representación, donde la virtualidad apocalíptica reemplaza progresivamente a cualquier vestigio de humanidad, objeto alguna vez del cine moderno.

Más que nunca, sólo para fanáticos incondicionales.

1/10/12

Cacería implacable


5 PUNTOS

La mediocridad también se consigue en los países nórdicos

Por Rodrigo Seijas

Nos quejamos mucho de la inmensa cantidad de defectos del cine industrial estadounidense, de la falta de energía y propósito de muchos de sus productos, de cuanto inflan a través del marketing a diversos films, de cómo inundan los mercados con películas inútiles. Y no está mal quejarse de eso, manifestar nuestro rechazo frente a formas de cine perimidas o restrictivas, pero deberíamos aplicar ese mismo criterio hacia ciertas producciones europeas que presentan parámetros similares: toman modelos de realización norteamericanos globalizados, no tienen identidad propia, se sostienen más en el marketing que en la narración.

Cacería implacable tiene bastante de lo anteriormente mencionado. De hecho, forma parte de ese nuevo fenómeno que se está dando con el cine nórdico, que está teniendo bastante éxito comercial en todo el mundo, además de ser reversionado por Hollywood. La saga Millenium es el ejemplo más fuerte, y uno bastante sobrevalorado por cierto: en opinión de este crítico, estamos hablando de una serie de thrillers correctos, pero con puestas en escena limitadas y cuasi televisivas, y argumentos bastante enrevesados pero con resoluciones simplistas y efectictas.

Si tomamos en cuenta que los productores de la saga Millenium están detrás de Cacería implacable, algunas cosas empiezan a encajar perfectamente. Empezando por el éxito de este film noruego, que supo venderse muy bien, hasta el punto de conseguir distribución en 50 países (todo un récord para el cine de esa nación) y que un estudio hollywoodense adquiera los derechos para su remake incluso antes de su lanzamiento inicial. Pero siguiendo además con esa liviandad y falta de riesgo real que hace que la película sea en verdad totalmente intrascendente.

El film arranca desde una visión negra de la existencia, con el protagonista, Roger, comentándonos a través de la voz over cómo es alguien que lo ha conseguido todo a través del juego de las apariencias y la ayuda del dinero. Es que por un lado es un respetado cazatalentos, pero también un experto ladrón de arte que roba cuadros a los que reemplaza por copias similares. Todo eso, cree él, le ha permitido conseguir un estilo de vida extremadamente cómodo y una esposa hermosa a la que ama, pero con la que percibe un conflicto a futuro: ella quiere hijos, él no. Un día conoce a Clas, un ejecutivo de la industria electrónica y ex mercenario, quien posee un cuadro valiosísimo, de esos cuyo monto serviría para que Roger se retire de una vez y para siempre.

Obviamente, las cosas salen mal, la vida personal y profesional de Roger empiezan a colisionar peligrosamente y los cadáveres se acumularán rápidamente. Todas estas peripecias son relatadas con escaso vuelo narrativo, a pura rutina y con unos cuantos agujeros en el guión. Y si encima le agregamos un brusco cambio de tono en los minutos finales, donde se pasa de la negrura absoluta al cuentito de ingenio típico de las películas de asaltos y estafas, sin un sustento adecuado en el desarrollo de los personajes, el resultado termina siendo bastante discreto y hasta mediocre.

Es cierto que Cacería implacable no ofende a nadie, a pesar de ciertos giros conservadores que posee. Pero no deja de ser otro producto que poco agrega a la cartelera, obstruyendo más que enriqueciendo.

29/9/12

Imágenes paganas que llegan de Australia

En el marco del ciclo Imágenes paganas, que coordina Fancinema, se verá este domingo 30 a las 21:30 el film australiano La última ola. Será en Rondó Bar (Yrigoyen 2575).

Dirigida por el reconocido Peter Weir, el film aborda lo que ocurre con un abogado que vive tranquilamente con sus hijas y su esposa hasta que unos sueños premonitorios le revelan parte del conocimiento prohibido de los aborígenes.

Weir es uno de los directores australianos que mayor trayectoria logró posteriormente en EE.UU. con films emblemáticos como Testigo en peligro o El Truman Show. Pero, además, forma parte de una generación que en los 70’s logró grandes obras, como esta.

En esta oportunidad, con Richard Chamberlain en el protagónico, construye un relato hipnótico en el que indaga en los orígenes de su país y en las leyendas y rituales. Visualmente imponente, llena de intriga, La última ola es un film muy original.

Para quienes asistan a este ciclo, se recuerda que la entrada es libre y gratuita, y que se puede comer o tomar algo en el lugar. Por eso, se recomienda la reserva de la mesa para tener una mejor ubicación: se lo puede hacer al 155-059990.

28/9/12

La casa de al lado


4 PUNTOS

Casas malditas para alquilar o vender

Por Matías Gelpi

Todos (y todas) sabemos que una casa donde sucedió una masacre o crimen violento baja notablemente su precio para compra o alquiler. Incluso afecta el valor de las propiedades adyacentes. Aunque seriamente no sabemos si lo anterior se aplica a la realidad, es una regla clásica de las películas de terror. Además, mejor si la casa está ubicada en medio de la nada o por lo menos cercana a un bosque. Quienes haya visto algunos ejemplares del género sabrán más o menos qué va a suceder: o hay fantasmas o se materializa una vieja leyenda urbana justo cuando se acaban de mudar los protagonistas. Entonces una propuesta como La casa de al lado nos obliga, en principio, a pensar “¿en serio van a intentar este argumento otra vez?”. El póster. Silencioso, nos responde: y sí.

Nos enteramos rápidamente que en la casa vecina a la que se mudaron las protagonistas sucedió un asesinato terrible: una niña mató a sus padres, pero su hermano sobrevivió porque estaba viviendo en otro lugar cuando todo sucedió. El rumor o leyenda que se dispersó por el pueblo es que esta niña desquiciada aún vive en el bosque y merodea por ahí con sed de sangre.

La principal diferencia entre La casa de al lado con un 90 % de las películas de argumento similar es que cuenta en el reparto con dos actrices de reconocido talento: Elisabeth Shue (Jennifer en Volver al futuro 2 y 3, Las locuras de Harry, entre otras) y Jennifer Lawrence (Lazos de sangre, La doble vida de Walter, Los juegos del hambre y un largo etcétera). Madre e hija respectivamente, quienes al comienzo parecen sostener el evidente bofe propuesto por Mark Tonderai. De hecho, hay una interesante (no brillante) construcción de la relación madre/hija, tangible por ejemplo en un montaje paralelo donde se muestra la reacción de cada una en respuesta una misma situación. Sin dudas un momento filmado con gracia, algo de sentido del humor, buen ritmo y posiblemente lo mejor en un contexto bastante pobre.

Lamentablemente, el peso de la convencionalidad y torpeza del guión cae sobre la historia y cualquier cosa que puedan hacer estas actrices resulta insuficiente para dejar pasar por alto estas fallas. Shue es sólida; y Lawrence tiene fotogenia, talento, curvas  y hasta canta con dulce voz en este film, pero no alcanza. De repente, Tonderai nos quiere recordar que La casa de al lado es un film de terror, y entonces nos aturde con violinazos mentirosos, sustos de cabotaje o una luz prendida en una casa donde no debería vivir nadie, todo subrayado por un estruendo guarango.

La casa de al lado es entonces dos películas: un drama adolescente medio y una de terror mala. Con respecto a la “sección terror”, vale mencionar un buen momento, con alta tensión (ATENCIÓN, A CONTINUACION SE CUENTAN DETALLES IMPORTANTES DE LA TRAMA): es cuando descubrimos que la niñita asesina y loca está viva, encerrada por su hermano en el sótano del sótano de su extraña casa. Se escapa desquiciada, casi poseída, y va corriendo a la casa de la protagonista, seguramente para matarla (aunque no sabemos por qué). Esa corrida por el bosque es un momento de esperanza para quien está mirando, pero no se engañen: la resolución torpe y los ridículos giros en la trama acaban con cualquier posibilidad de redención de La casa de al lado.

25/9/12

La casa del miedo


6 PUNTOS


La parte por el todo

Por Matías Gelpi

La casa del miedo es la versión norteamericana de La casa muda, aquella película uruguaya de terror estrenada el año pasado, que se promocionaba como la primera película filmada enteramente con una cámara de fotos digital y en un solo plano. Ya limitada desde sus premisas iniciales y con algunos problemas de guión y ritmo, La casa muda lograba algunos buenos climas y sustos bastante dignos, aunque no siempre podía escapar del tedio.

Los responsables de esta remake Chris Kentis y Laura Lau (Mar abierto), eligen mantener casi todos los elementos del guión aunque haciendo algunos cambios importantes (agregan algunos personajes por ejemplo) y mantienen la premisa de filmar todo en un plano-secuencia. Esta última decisión quizás no sea del todo acertada, como recurso el plano-secuencia es de los más efectivos y bellos que se pueden utilizar en la creación cinematográfica, sin embargo requiere de una gran planificación y virtuosismo técnico. La casa del miedo (y también La casa muda) técnicamente son irreprochables; sí es cierto, hay algo de trampa, hay algunos cortes encubiertos en ambas pero el efecto está logrado. El problema es que la utilización de este recurso no es más que una premisa, o una auto-imposición, que sólo sirve a algunos momentos de la historia que se quiere contar, y en los demás momentos falla. Se confunde la parte por el todo, se utiliza un solo recurso dejando de lado otros que también hubieran servido para la narración de la historia de La casa del miedo. La sensación de tensión y clima enrarecido que surge de la filmación de los recorridos de Sarah (Elizabeth Olsen) por esa casa siniestra de su infancia se van diluyendo a medida que se sucede la película y como el plano-secuencia no se detiene, y estamos en el transcurso de tiempo real, a veces no pasa nada, el tedio nos invade y los autores deben recurrir al susto fácil para no aburrirnos del todo. Sostener la tensión más allá de los límites tolerables invita a la llegada del aburrimiento o el desinterés, misma sensación que me produjo el visionado de Hard Candy (2005), esa película con Ellen Page y Patrick Wilson que apelaba a la tensión e incomodidad con tal desenfreno y falta de resolución que daba como resultado absoluta falta de interés en lo que pudiera pasarles a aquellos personajes.

Hasta aquí quizás nos excedimos un poco en la explicación de las fallas de la película de Kentis y Lau. Hay algunas mejoras notables con respecto a la versión original, sobre todo en el guion. En La casa del miedo se integra mucho mejor la subtrama de perversión sexual entre los personajes. Por supuesto no es nada original para el género, pero sin dudas está mejor contado que en La casa muda.

Además debemos referirnos un poco a la buena actuación de Elizabeth Olsen que está bastante sólida y contrasta un poco con el amateurismo de Florencia Colucci, protagonista de la versión original.

Entonces digamos que La casa del miedo repite algunas fallas de la película que re-versiona, y sin embargo agrega cierta solidez a la trama y a las actuaciones. A pesar de esto, tiene también la desventaja de ser una remake y a los que hayan visto La casa muda, les pesará un poco estar viendo casi lo mismo.

Infancia clandestina


7 PUNTOS

Crecer de golpe

Por Mex Faliero

La última palabra que se escucha en Infancia clandestina es “Juan”, y habrá que ver el film para saber que resulta de una justeza ejemplar. Esa palabra, en ese momento. Justeza en los términos que es precisamente lo que busca un film como este, sostenido en el punto de vista de un niño para contar lo que ocurría en el seno de una familia de montoneros allá durante la contraofensiva dispuesta en tiempos de la dictadura militar argentina. Ese niño, ficcional, no es otro que el espejo donde se mira el director Benjamín Avila para rodar esta, su primera ficción (antes hizo el documental Nietos), ya que él mismo es hijo de desaparecidos y sufrió eso que sufre su protagonista. Infancia clandestina retoma el revisionismo cinematográfico sobre el terrorismo de estado en la Argentina de fines de los 70’s y se vale de la experiencia del pequeño Juan, apodado Ernesto, para construir una película sobre la adolescencia y la pérdida de la inocencia. Eso que los norteamericanos llaman “coming of age” y que aquí pierde su costado naif por ese contexto terrible que aporta el terror impuesto por los militares y la vida entre tinieblas de los grupos guerrilleros.

Antes que nada, Infancia clandestina es valiente. Claro está, Avila se vale de su propia experiencia para acallar cualquier cuestionamiento: es que su mirada sobre el accionar de los montoneros (aquí el Estado militar es condenado a un casi total fuera de campo) se aleja del romanticismo habitual con el que se mira esta época, aún siendo su film un film idealista, para sembrar dudas y alejar el retrato de la posibilidad del blanco o negro. No dudas sobre lo acontecido ni sobre los personajes, sino dudas sobre nuestra propia experiencia en relación a eso que se cuenta y cómo lo hubiéramos afrontado. Dentro de este universo singular, el personaje que abre el relato a otras posibilidades es el del tío Beto. Montonero como todos, pero con una mirada que se aleja de la rigidez estructural de un movimiento como tal (Avila genera interesantes paralelismos sobre la escuela y sus formalidades casi castrenses y ciertos métodos de los montoneros) el personaje se pregunta acerca de si es posible construir sin determinada noción de felicidad; enfrenta al cerebro y al corazón, como músculos que deben entrar en colisión para edificar ese futuro real y tangible, imaginado y soñado. Sin eso, estima, es imposible.

¿Entonces dice Infancia clandestina que aquello fue un error? No precisamente. Pero sí construye un cuadro de situación en el que se chocan las responsabilidades adultas y las libertades que un niño añora tener cuando está creciendo y está encontrando el amor. Sin desmerecer el cariño y afecto de esos padres, Avila avisa que aquel no fue el mejor lugar para crecer. El film trabaja notablemente, y olvidémonos por un instante de su tema, lo que es el amor adolescente.

Hablábamos de valentía, e Infancia clandestina es valiente también cuando choca con un relato oficial histórico que parece tenerle miedo a palabras como “guerrillero”. Aquí no sólo se la dice, sino que se la acepta y se le da un peso específico. Y a la vez polemiza, cuando trabaja constantemente sobre esa necesidad del alias y de la supresión de identidad a la que obliga la situación, mostrándola como una gran paradoja: precisamente la lucha por la restitución de la identidad de hijos de desaparecidos es una de las principales y más justas que tiene hoy la Argentina. Por eso volvemos al “Juan” del final y su justeza, no sólo en un sentido narrativo sino también expositivo: ya no es Ernesto el que vive la vida de otro, sino Juan el que decide vivir la suya. Tomar las decisiones. Crecer (poder crecer, afortunadamente sin nadie que te corte esa posibilidad) y contarlo. Sobre ese crecimiento especial, único e intransferible, trata esta película.